Posts

    QUE SABE NADIE Manuel Santelices         ¿Recto? ¿Qué es recto? Una línea puede ser recta, o una calle. ¿Pero el corazón de un ser humano?   Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo             Cualquiera que lea este libro pensará que todo lo que digo es mentira. Ni la más disparatada ficción, ni la más dulzona comedia de Hollywood, podría haber creado una historia como la que voy a contar en estas páginas. Y sin embargo, las pruebas están a la vista. Las portadas de Las Últimas Noticias y La Tercera , los segmentos completos en programas faranduleros de televisión, y esa comentada entrevista en la revista Cosas … Me duela o no, todo es verdad. Salir del clóset es una cosa. Pero salir con bombos y platillos, rodeado de paparazzi, de cámaras intrusas, quedar marcado para siempre con la E del escándalo en la frente, es otra. Considerando las circunstancias, todo salió bien. Perdí mi trabajo, es cierto, y tuve que aba
    Primera parte       I     –¡Feliz cumpleaños, mi amor! Todavía medio dormido, me di cuenta de que en más de tres años la única persona que me había llamado “mi amor” era mi madre. –Gracias, mamá. –Te espero a las siete –dijo–; vienen tu abuela, las tías y tus primas. Como todos los años, me tenía preparada una fiesta de cumpleaños familiar. A ojos de mi familia seguía teniendo doce años, y los regalos seguían siendo los mismos de entonces: suéteres y calcetines. La única diferencia es que a los doce me preguntaban entre risitas si tenía polola, cosa que nadie ha vuelto a mencionar en más de una década. –Si quieres traer a alguien, ya sabes que no hay problema. –Sí, mamá, ya sé… Treinta años. ¿Qué significan los treinta?, pensé camino a la ducha. ¿Puedo seguir usando mis jeans con la rodilla rota y mi polera negra con la leyenda I don’t give a fuck cruzada en el pecho? ¿Es demasiado tarde para hacerme el tatuaje que tantas veces he
    III     Aquellos que sienten nostalgia por la niñez   obviamente nunca fueron niños. Bill Watterson     A estas alturas de la historia, y como consideración para cualquiera que haya vivido durante los últimos meses en el desierto de Atacama o cualquier otro lugar sin diarios, radio o televisión, debo presentarme. Mi nombre es Vicente Astorga, crecí en una casa blanca en Los Dominicos y estudié en el Verbo Divino. Mi familia me consideró siempre un niño tímido y callado, pero para efectos prácticos bien podrían haber dicho que era autista. Aunque fui un alumno promedio, mi educación, mi verdadera educación, la debo a las revistas y la televisión. Todo lo que sé del manejo del dinero lo aprendí en Dinastía , observando las transacciones millonarias de Alexis Carrington: una mujer que podía construir o derribar imperios petroleros sin siquiera sacarse el sombrero y que, a pesar de las fortunas en juego, siempre tenía tiempo para un rendez vous co
        VI     Cuando la razón es débil, el prejuicio es fuerte. Kane O’Hara     “Vicente, tengo tu bolso y tus revistas. Te desapareciste dos días, no sabíamos cómo ubicarte… Llámame.” El recado de Alberto estaba en la grabadora de mi oficina, pero no lo escuché hasta las once y media, cuando finalmente aparecí en Glass, envuelto todavía en el suave aroma del sexo y la marihuana. –¿Dónde estabas? –preguntó Constanza–. Cristina te ha estado buscando como loca. –Ah. –¿Me escuchaste? Hay un problema con la campaña de Almacenes Roma. Lecampino todavía no firma, y parece que la Velasco se está arrepintiendo. Cristina está en Buenos Aires; llámala al Alvear. –Qué tragedia más chic –fue lo único que se me ocurrió decir antes de cerrar la puerta de mi sala de torturas. Llamé al hotel Alvear, pero Cristina no estaba en su habitación. Llamé a su celular, pero no tenía señal. “Hice todo lo que pude”, pensé, satisfecho, y me senté a esperar la ine